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Cuci, el niño héroe



Cuci, el niño héroe (Historia extraída de: "El secreto oculto de los Andes III - Cuchimilcos")
© Pilarica



CUCI EL NIÑO HÉROE


Helébora debutó su historia evocando el espíritu beligerante de los pueblos ancestrales.

- En tiempos muy remotos, para ser más exacta, en la época de los incas, existían pueblos que vivían solo para dominar a los más débiles; era un juego de luchas incesantes con la finalidad de asentar el poder y aumentar los territorios. Los pueblos conquistados eran designados a vivir eternamente como esclavos, o como simples animales. Al ver el creciente peligro en este tipo de prácticas poco ortodoxas de la época, la primera inquietud de todo buen curaca que se preocupa por su pueblo es conquistar antes de ser conquistado. En el altiplano peruano un pueblo sobresalió en el arte de la invasión y sus ritos salvajes. En ese poblado, sus habitantes estaban dotados de un fuerte dominio en la lucha y defensa personal, incluyendo las mujeres y los niños. Con el transcurso del tiempo, habían sometido a muchas aldeas por la fuerza y la brutalidad. Para su defensa personal, era menester que sus ciudadanos conservaran sus armas cerca de ellos. Pero, en realidad, ejercían mucho más el rol de agresores que el de defensores.

"Rumiscipi, el Señor de la región, exigió nuevas víctimas para sus sacrificios. En sus alrededores, con solo mencionar su nombre el terror se apoderaba de las comarcas de regiones vecinas. A través del tiempo, Rumiscipi anexó a su reinado, despiadadamente a muchas tribus aledañas. Solo quedaron a salvo tres pueblos muy lejanos, que habían formado militarmente una alianza muy sólida para resistir a su terrible invasión. Estos tres pueblos concentraron sus ejércitos en el valle más alto del territorio andino, dominio de las montañas.



"En un ataque sorpresivo, la resistencia bien organizada de la alianza doblegó al ejército de Rumiscipi, que tuvo que retroceder. Con el transcurso del tiempo, Rumiscipi regresó a la carga en repetidas ocasiones, pero, por desgracia, el resultado siempre fue el mismo: una desalentadora derrota. Con el tiempo, el punto débil de la alianza se presentó al enemigo: el suministro de víveres. Rumiscipi comprendió rápidamente la fragilidad de sus enemigos, e impuso una vigilancia férrea y constante.

"Después de un año de estrecha supervisión y sin el abastecimiento de las tribus vecinas, los enseres escaseaban; el hambre triunfó sobre el coraje de los pueblos aliados. Mostrando un valor sin medida, la alianza resistió a los combates, a los avatares y pesares de esa vida llena de restricciones a la que fueron sometidos. Fatalmente, el encuentro con Rumiscipi y su tribu de salvajes llamaba a las puertas. Bajo el mismo cielo, la tierra y las montañas fueron testigos de los esfuerzos sucesivos por perennizar lo que les pertenecía, mas la confianza estaba perdida. El coraje, desvanecido, dio paso a una sucesión de hechos en los que solo se presagiaban dos opciones: vencer o ser derrotados. En su caso, sin armas y, después de una gran recaída de su ejército, el pueblo indefenso se dio por vencido, apuntando a una eminente invasión. De nada valía luchar contra lo imposible. Unidos por la tragedia y la desesperanza, se vieron obligados a deponer las armas y someterse al enemigo.

"El Señor Rumiscipi, amo y señor de los territorios recién conquistados, ordenó el sacrificio de centenares de personas, en primer lugar, de las mujeres vírgenes, seguidos de los niños pequeños. Inmediatamente, ordenó la preparación de la famosa piedra del sacrificio y sus dagas rituales. Rumiscipi fue aún más temerario al anunciar que por cada virgen que intentara evadir el sacrificio, cinco miembros de su familia serían mutilados. En estos rituales salvajes, era esencial ofrecer víctimas a los muchos dioses del pueblo conquistador arrojándolas a las aguas sulfurosas que los transportaban en humo hacia el cielo.

"Bañados por el fulgor de los últimos rayos del sol, los niños y las vírgenes fueron separados de sus familias y conducidos a un templo. El ambiente era tan extraño que muchos se preguntaban: ¿Qué destino se les depara a todos esos niños y vírgenes? Dentro de poco aquí se verterá sangre, una capa de lodo y tierra sucia se desprenderá y, sin voluntad propia, todos los aquí designados avanzarán arrastrados por un ser belicoso y sin principios que, con una ambición desmesurada, destruirá una civilización que con el paso de los años había sido construida. Apresados por un ejército fuertemente armado, los niños asustados no comprenden por qué son separados de sus familias. Rumiscipi los encerró en un templo, donde tuvieron que esperar el momento de la ejecución, fijado quince días más tarde.

"Cuci, hijo del curaca de la tribu conquistada, fue elegido entre la tropa de niños para el sacrificio. Debido a su corta edad, no fue atado como los otros niños mayores. Estoicamente, el pequeño Cuci penetró en el templo, sin llorar ni arrepentirse, con su muñeca chancay en mano, un gesto que fue imitado por el resto de los niños de la tribu. A la caída de la noche, en el templo Cuci no dormía. Preocupado y desesperado por su destino, y especialmente por el de los otros niños y vírgenes, oró toda la noche, suplicando por una señal o una respuesta a sus innombrables peticiones.

"Según las costumbres y tradiciones de su pueblo, Rumiscipi acordó un día libre a los prisioneros para que pudieran pasar los últimos momentos con sus respectivas familias. A la apertura del templo, Cuci dejó el lugar como tantos otros niños, mas el cansancio extravió sus pasos por un camino inesperado, y sin pensarlo dos veces, agotado por tanta tensión, su cuerpo se doblegó cayendo pesadamente cerca de una manada de llamas cargadas de botines y diversos bienes robados. Agotado por el estrés y la fatiga, se desplomó junto a una llama blanca y se durmió profundamente. Entonces sucedió lo inconcebible: la llama blanca volteó su cabeza hacia la del niño y le habló:

"-Pequeño Cuci, despierta, soy el mensajero del Dios Sol. Él escuchó anoche tus angustiadas oraciones y plegarias y me envió como emisario hasta aquí para rescatar a tu gente.

"Cuci, exhausto al escuchar el inusitado mensaje, no podía creerlo, tanto que se imaginó estar soñando. Para despertarlo, la llama blanca decidió darle un pequeño empujón con sus pezuñas y así sacudirlo. Evadirse de este macabro ambiente no lo tenía previsto. Esta aparición providencial le hizo pensar que todo es posible si se lucha por una causa noble. Esta vez, el pequeño Cuci, lleno de esperanza, se levantó y preguntó a la llama:

"-¿Hablaste?

"-¡Sí! -respondió el animal.

"-¿Qué debo hacer? ¡No queda mucho tiempo!

"La llama invitó a Cuci a ir con él.

"-Mira, coloca este saco de yute en mi lomo, introdúcete y, tan pronto como el convoy de llamas se vaya con la carga, me desviaré de la ruta y te conduciré a la tierra de los incas. Mi misión terminará una vez que caigas postrado a los pies del inca, en sus aposentos. Serás tú quien tenga que convencer al gran soberano para que intervenga en nombre de tu pueblo.

"-¿Por qué yo?

"-Estás en un callejón sin salida; si no actúas, tu causa será perdida.

"Algo le impide actuar. Él es un simple niño con un inocente despertar que se aferra mucho a la vida, y aquí todo parece nublado, ilusiones perdidas, atardecer truncado por una horrenda pesadilla difícil de olvidar. ¿Al escaparse no está cometiendo un delito? Todo lo contrario, se repite más que convencido. Su instinto de supervivencia se lo comanda y, sobre todo, el deseo ardiente de ayudar a los suyos lo empuja a cometer el acto más audaz de su vida. Sin embargo, una pregunta lo asedia constantemente: ¿Se darán cuenta de mi desaparición? Prefería no pensarlo por temor a represalias con su pueblo. En el fondo, se formula, necesito mirar hacia adelante, encontrar una solución… Esta misión sería seguramente calificada por su padre como la más riesgosa de su corta vida, mas después de repasar en su mente la muerte y desesperanza que les ha infringido el malvado de Rumiscipi y su tribu, el pensamiento de abogar por los suyos se hace cada vez más latente. Sin pensarlo dos veces, Cuci amarra a su cintura su muñeca Chancay con él y con mucha cautela se introduce como se lo habían solicitado la llama, más rápido que un rayo, con la esperanza de no ser visto, con mucho cuidado para no rasgar o descocer la bolsa colgada en la espalda de la llama. El tropel partió en el tiempo acordado. Nadie se percató de la desaparición del pequeño Cuci y la llama blanca. Más adelante, tan pronto como surgió la oportunidad, discretamente se separó de la manada.

"-Mi querido Cuci, ya hemos dado el primer paso para evadir el control de Rumiscipi. Ahora nos enfrentaremos a la naturaleza hostil de los Andes. En primer lugar, te pido que cierres los ojos, mantén la calma y evita hacer movimientos repentinos y bruscos. Debemos cruzar tres grandes montañas de arena, muy calientes. Debemos tener cuidado, porque una pequeña falta de atención, por insignificante que sea, será suficiente para caer apresados en las arenas movedizas y que termine así nuestra existencia. Cuci, pequeño Cuci, ¿estás listo para enfrentar el peligro?

"Cuci, que escuchaba atentamente las recomendaciones de la llama, respondió:

"-Para salvar a mi pueblo, estoy listo a todo.

"Cuci se prepara a efectuar una larga travesía, quedando a la merced de la llama. Qué cabe esperar…El progreso es lento, en ese vasto y árido terreno de ascensos y descensos, peligroso, lastrado por un clima extremo y donde lujuriosos cactus les hacen compañía. Debido a las erosiones del terreno, la llama tiene que asegurarse de la firmeza del suelo con el que se topa. Recorrieron un largo trecho, sin dormir ni descansar. Oculto bajo ese saco de yute, entre precipicios y senderos bordeados de piedras puntudas, después de tres días de una laboriosa y agotadora caminata, las tres montañas de arena caliente quedaron detrás de ellos. Entonces la llama se dirige a Cuci otra vez.

"-Pequeño Cuci, ¿estás bien?

"-Trato de no moverme, no miro y sigo todos sus consejos al pie de la letra.

"La llama añade:

"-Así que, muchacho, estamos en el camino correcto. Ya hemos cruzado las tres montañas de arena caliente sin problemas. Ahora tenemos que ir a dos montañas de piedra, rodeados de caminos estrechos, barrancos y precipicios. Cuci, pequeño Cuci, ¿estás listo para enfrentar el próximo peligro?

"Cuci respondió:

"-Para salvar a mi pueblo, estoy listo a todo.

"Y la llama le explicó:

"-Cierra nuevamente los ojos. Si intentas mirar, podrás desmayarte y tu cuerpo se deslizará de la bolsa y caerá al fondo de los barrancos. ¿Estás listo, Cuci? -preguntó a la llama.

"-Para salvar a mi pueblo, estoy listo a todo.

"Cuci se aferró firmemente y respondió afirmativamente. El sendero es diferente, una buena cantidad de rocas tan enormes como cíclopes suministran buena razón para avanzar con precaución. El sendero no se presta a la aventura, compuesto de muchos desniveles, cubierto por parte ichus apenas impracticables, comandaba prudencia. Después de dos días de una marcha riesgosa en donde se toparon con la cadena montañosa de cobre, la llama logró atravesarlo.

"Le preguntó a Cuci:

"-Cuci, pequeño Cuci, hemos cruzado bien las dos montañas de piedras, todavía tenemos que cruzar la última montaña de nieve. Tan pronto como me acerque, el frío intenso se sentirá, pero no tendrás que preocuparte: un abrigo de alpaca invisible caerá sobre ti y te protegerá. Una vez más, te pido que cierres los ojos, porque el intenso brillo de la nieve podrá cegarte. Mantente quieto, un movimiento falso desencadenará una avalancha, y terminaría así nuestra misión. Cuci, pequeño Cuci, ¿estás listo para proseguir?

"Cuci responde :

"-Para salvar a mi pueblo, estoy listo a todo.

"La llama cruzó cautelosamente la montaña de nieve y hielo eterno, y finalmente descendió a una enorme llanura. Atravesando un sendero lleno de árboles, Cuci lo supo por la brisa que rozaba su rostro: el olor particular de los eucaliptos lo mantenían despierto. Después de cruzar todos estos barrancos y profundos precipicios, la llama finalmente llegó al reino de los incas. Allí la llama habló con Cuci por última vez.

"-Cuci, pequeño Cuci, ya hemos despejado los obstáculos y estamos en el reino de los incas. Galoparé hasta el palacio del soberano con la esperanza de que los guardias reales no me arresten. Entonces te dejaré a los pies del gran Inca. Mi misión terminará y la tuya comenzará. ¿Estás listo, Cuci, pequeño Cuci? -pregunta a la llama por última vez.

"Y Cuci respondió:

"-Para salvar a mi pueblo, estoy listo a todo.

"El imperio incaico, denominado "el ombligo del mundo", protegido por la imponente fortaleza de Sacsayhuamán, compuesta de tres líneas de defensa, el gran templo del Sol, el Corincancha cubierto de láminas de oro, los populosos palacios en piedra y los diversos locales públicos, depósitos repletos de alimentos, vestimentas. Todo esto vislumbra al niño Cuci, que avanza desde la entrada como perdido. De lejos, los guardianes reales divisan a un desconocido que, invadido por el deseo de salvar a los suyos, se arroja como un bulto de poco interés ante los pies del Inca, la autoridad suprema. Tan pronto como rodó al suelo, la llama desapareció sin dejar rastro, abandonando a Cuci con los Incas. Solo una oportunidad se le presenta, la única que lo mantendría a él y su pueblo con vida, y no puede desperdiciarla. Rompiendo con el protocolo de la época, impulsado por el férreo ardor de luchar por una causa justa, se arma de valor. Confusamente, se pone de pie y, tocándose con una mano el pecho, mira al Inca con mucha reverencia, pero con firmeza. Cuci, conociendo la indulgencia y generosidad del soberano, tomando una fuerte respiración, con muchas agallas se dirige al Inca, y en su lenguaje infantil y sin miramientos le explica la delicada situación por la que atraviesa su pueblo e inmediatamente le pide con fervor que lo ayude a liberar a los suyos.

"Ante la urgencia del momento, Cuci, desesperado, con un carácter bien templado, suplica al Inca para que partan lo antes posible: solo restan ocho días antes que Rumiscipi y sus hombres se entreguen a las salvajes prácticas de los sacrificios humanos. "¿Pero qué es este atrevimiento?", pregunta el escolta del inca, sorprendido. El Inca, deslumbrado por la osadía del pequeño, conmovido por su acto, solicita más detalles, puesto que nunca da órdenes por capricho. Convencido, envía a chasquis corredores entrenados a librar mensajes para que obtengan una imagen más precisa de la situación. La orden es concisa: observar el ambiente en la región de Cuci. El primer grupo partió al alba. Después de horas de carreras aceleradas y ordenadas, la posta fue tomada por el nuevo mensajero en uno de los tambos de la ruta. El edicto es transmitido cara a cara, siempre en persona y repetido tres veces. El mandato se reincide mentalmente a lo largo del viaje para memorizarse. El chasqui cruza las zonas más inhospitalarias, valles, riachuelos, desiertos, precipicios. Finalmente, el último chasqui, disfrazado de anciano, penetra en la región de Cuci y constata la magnitud del desastre.

"Con el aire incrustado de maldad, el verdugo afila las piedras del sacrificio. Adiós, esperanzas y consuelos desvanecidos. Los niños, apretujados, lloran sin consuelo mientras que, en otros espacios, un grupo de jóvenes mujeres desfallecen removiendo la tierra, dejando sus marcas para la posteridad. Se ven también otras que, con los rostros acongojados y una profunda resignación, se conforman a los designios del destino.

"Sin perder más tiempo, el chasqui retoma los caminos de los incas para impartir la información al siguiente grupo.
"Habían pasado dos días y el último chasqui llega exhausto a Cusco. Incursiona en el palacio real y se arrodilla ante el Inca, quien solicita apresuradamente que le revele el contenido de la información.

"Los incas descubren que Cuci está en lo cierto. El inca recibió la lección de su vida al tener a su lado a ese niño infinitamente valiente. La injusticia a la que su pueblo es sometido tiene que ser reparada, para eso reúne guerreros por todo el país. Selecciona cuidadosamente un destacamento de élite. Cuci aliviado, expresó su gratitud con mucha alegría sabiendo que contará con estos guerreros andinos llenos de gloria. Una vez más, la llama aparece y se ofrece asistir a Cuci para así guiar el paso de los soldados incas. Cuci, que había forjado lazos muy estrechos con la llama a lo largo de esta arriesgada travesía, acepta.

"Cuci guía la tropa y les advierte de los pasajes peligrosos que se cruzarán; los soldados, muy experimentados, ya habían atravesado estos territorios varias veces. El cruce de la montaña de nieve, las dos montañas de piedra, así como las tres montañas de arena avanzan con mucha cautela. A medida que Cuci y los guerreros incas se aproximan a la región, los guerreros incas se ocultan en el bosque. Cuci exploró el sector con su llama. Todo está muy silencioso. El único movimiento son las idas y venidas de aquellos que organizan el ritual donde niños y vírgenes serán sacrificados. Resignados, sin oponer resistencia, observan los preparativos. Rumiscipi transita regularmente para asegurarse de que todo va como él lo espera.

"Los guerreros incas, escondidos en el bosque, se organizan en silencio. Distribuyen las armas y se dispersan en grupos. Lo más importante es liberar a los prisioneros. Disfrazados de ancianos, se acercan discretamente, logrando engañar a los guardias. Mezclándose con la multitud, liberan a todos los cautivos y los retiran silenciosamente de la aldea. Por cada rehén liberado, un soldado toma su lugar. Los habitantes necesitan protección. Un tercer contingente de guerreros incas se mezcla con el gentío en el templo de la aldea. Rumiscipi y sus guerreros, sin percatarse de lo que está sucediendo, continúan con sus actividades para la ceremonia del sacrificio. Una vez que el pueblo y los prisioneros son puestos fuera de peligro, los guerreros incas se reagrupan y, con una señal acordada con antelación, se da inicio el ataque.

El asalto es brutal y repentino. No hay lugar a tregua, es la consigna. Los guerreros incas cuentan con una amplia experiencia en el arte de la guerra. Mejor armados que sus adversarios y perfectamente organizados, aniquilan en poco tiempo a sus enemigos. La batalla de por sí es muy violenta, y siguiendo las órdenes del gran Inca no se toman prisioneros. En poco tiempo, los muertos son contados por miles. Después de horas de feroces combates, los guerreros incas logran exterminar al ejército invasor, incluyendo a Rumiscipi. Este último, medio muerto, es enterrado con su piedra del sacrificio.

"La gente es liberada y Cuci no sabe cómo agradecer a la llama blanca y a los guerreros incas. Antes de irse, la llama se despide:

"-Mi pequeño Cuci, recuerda que la oración tiene un impacto extraordinario en la vida de las personas, ayuda a esclarecer las ideas en tiempos de angustia y otorga la fortaleza necesaria para continuar en la vida, especialmente durante las etapas más cruciales. Mi pequeño Cuci, tu oración os salvó a ti y a tu gente.

"La desmesurada ambición del invasor condujo a su pueblo a la perdición. Cuci fue tratado como héroe y los pueblos de la triple alianza se convirtieron en los habitantes más leales del imperio incaico.

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