El abuelo Paul Davis (saga "Paul Davis: A contrarreloj")
© J.G. Chamorro
Imagen: Carmen Attal
Paul Davis es un hombre de avanzada edad. El que fuera un prestigioso detective especializado en la recuperación de relojes hace años ya que cesó su actividad. Sin embargo, su pasión relojera no ha mermado en absoluto. Aprovecha cada rato que tiene para seguir indagando sobre ellos, para seguir refrescando su memoria. Eso le mantiene vivo y le hace sentir bien. Físicamente se encuentra bien para su edad, los previsibles achaques, pero afortunadamente sin ninguna enfermedad grave. En cuanto a lo psicológico no es tan sencillo. A menudo se siente solo y ha perdido casi todo el contacto con aquellos con quienes compartía su pasión por los guardatiempos.
La relojería es algo tan universal como lo es el propio tiempo, algo que se demuestra en cómo puede surgir una conversación, dónde menos te lo esperas, y con quien menos esperabas.
Las luces de la sala de estar se encuentran encendidas. A través de la ventana se aprecia la oscuridad del exterior. Un reloj mecánico marca Hermle que se encuentra colgado en la pared y con carcasa de madera indica que aún no son las 7 de la tarde. Acomodado en un sofá de tres plazas un anciano reposa sus piernas sobre un chaise longue. La tapicería es de color marrón oscuro, denota una buena calidad, pero también un desgaste fruto de muchos años de uso.
Entre sus manos el hombre observa un voluminoso libro, tamaño A4 aproximadamente y bastante grueso. En la portada se aprecia un reloj de pulsera de aspecto "vintage". La estancia está en casi completo silencio, sólo acompañado de los tic-tac de algunos relojes y un indistinguible murmullo que debe proceder de alguna de las otras habitaciones.
Un niño de unos siete u ocho años se acerca al anciano que sigue concentrado en su lectura.
-¡Mira abuelo! Mamá encontró tu antigua calculadora. -le dice el niño al anciano.
En la mano del niño se ve la carcasa protectora en color blanco de lo que parece una calculadora científica de unos años en torno a la década de 2010.
-¡Vaya! -exclama el abuelo.
Su expresión se torna sonriente y su mirada se vuelve cálida. Por supuesto ha reconocido aquella calculadora. Es una Casio fx-991SPX que él había utilizado durante muchos años.
-Esta fue mi calculadora. -aclara. -Antes no era como ahora, estos aparatos estaban muy especializados. Este modelo permitía realizar cálculos que se denominaban científicos, iban más allá de las 6 u 8 operaciones básicas. Además, fíjate en esto, se alimentaba por carga solar.
El niño se sorprende, naturalmente conoce la alimentación solar, pero es algo que es transparente para él. Sabe que la electricidad que consume proviene de células solares colocadas en el terrado y la fachada del edificio, así que no comprende por qué es tan importante que el aparato las llevara incorporadas. El abuelo se percata de la duda de su nieto, así que sin que tenga que preguntárselo se lo aclara:
-Ahora todos los aparatos llevan baterías recargables. Los colocas sobre el cargador universal y se recargan. En mi época no era así, cada cosa tenía su propio adaptador y su propio cargador. Las baterías eran muy caras, contaminantes y con muy poca capacidad. Este modelo de calculadora ni siquiera tiene una batería recargable, lleva una pila de botón. Las prohibieron hace años, creo que tú no llegaste a conocerlas. Eran como una batería recargable pero que no se recargaba.
En vez de aclarar las ideas al niño éste se queda más confuso. El abuelo sabe que la siguiente pregunta será "¿Para qué hacían baterías que no fuesen recargables?". Su nieto ha vivido todavía demasiado poco como para estar familiarizado con los avances tecnológicos. Por eso admira que haya reconocido qué es su calculadora, un instrumento que aunque ahora sigue existiendo, no se parece en casi nada a las que había en su época. Decide continuar hablando y así evitarse la pregunta, de otro modo no sabría cómo aclarársela.
-¿Lo has visto? Es de marca Casio. - Apunta el hombre. -Igual que la que tu llevas a la escuela.
-¿Es cierto que en tu época Casio también hacía relojes? -inquiere el niño.
-Sí, Casio fue muy conocida por los relojes que fabricaba. No eran relojes como los que tú tienes ahora, pero tampoco eran del tipo que tu llamas "antiguos de agujas". Se llamaban relojes digitales, muy parecidos a los que tu llevas, pero que no se conectaban con ningún otro aparato.
Iván, que ese es el nombre del niño, escucha con interés a su abuelo. A él le sorprende que algo que no es de su época le pueda despertar tanta curiosidad, eso le motiva, y sin ser plenamente consciente de ello prosigue con su explicación.
-Casio fue una empresa muy grande. Producía calculadoras, relojes, instrumentos musicales... ¡Casi de todo! Pero cuando empezaron a salir los relojes que tú conoces, esos que se conectan con el asistente, la tableta o la pantalla, no supieron adaptarse. Poco a poco vieron cómo sus ventas se reducían, hasta que al final su división de relojes desapareció. Cuando yo trabajaba como investigador de relojería conocí a todos los de Casio España, claro ahora ya no queda nadie. No es que se jubilasen, sino que mucho antes de que tu nacieras ya no había ninguna sede de la marca en nuestro país.
Entonces Paul Davis continúa narrando.
-Intentaron ofrecer unos relojes que ya casi nadie quería, como si fueran productos de lujo. Aquella idea no iba a funcionar, todos lo veíamos. Así que los relojes Casio terminaron vendiéndose a otra empresa, que luego los vendería a otra hasta que al final desaparecieron por completo.
Davis está emocionado, se le nota que mientras habla la garganta se le reseca y debe detenerse para tragar saliva. Entonces, con algo de esfuerzo pero sin ningún quejido, se pone en pie y se dirige hacia unos de los muebles de la sala de estar. Una zona protegida con una puerta de cristal transparente denota que es su espacio preferencial, donde coloca aquellos tomos que para él son más significativos. Se ven libros de diferentes tamaños, grosores y diferentes épocas. Todos muy variados. Los lomos indican que son obras también de distintos autores y en distintos idiomas. Sus manos se mueven a la parte inferior en donde se ven diez o doce volúmenes de igual tamaño. Su dedo los va acariciando por la parte superior hasta que finalmente se decide y extrae uno de ellos. Se lo lleva de nuevo al sofá y le muestra la portada a Iván. Se ve un perrito de color marrón acostado en una cama acompañado de un reloj de bolsillo.
-"A contrarreloj. Paul Davis, Sexta Temporada" -lee el niño sin dificultad.
Los ojos de Davis se han humedecido más de lo normal. Es la emoción producida por los recuerdos, por adentrarse en escenas que habían ido pasando al olvido. Respira profundamente, con discreción, no quiere que el niño se dé cuenta de ello. Instantes después, algo más sereno, opta por seguir hablando.
-En estos libros es donde explicaba mis "aventuras", las investigaciones que llevaba a cabo a la hora de recuperar relojes robados, y extraviados. -Entonces decide corregir el término, y sustituir extraviados por una palabra que el niño comprenda. -Relojes perdidos, desaparecidos... Pero también falsos robos y otras tramas.
El nieto está prestando mucha atención a su abuelo. No recuerda cuándo fue la última vez que ocurrió, pero habría sido hace meses. Cuando no estaba con la pantalla estaba con los juegos o con el asistente. Demasiada información para poder concentrarse en una charla sosegada con su abuelo.
-De hecho -continuó Paul Davis-, mi primer reloj fue justamente un Casio. Empecé a trabajar como detective especializado en relojería también por un Casio. [NE: Paul Davis nos explicó el incidente con un Casio LIN-155 en la narración "A contrarreloj 3. Paul Davis, el comienzo" recopilada dentro del volumen "A contrarreloj. Paul Davis, Primera temporada"]. Es algo que todavía es pronto para que tú comprendas, pero las cosas cambian muy rápido. Entonces se convierten en recuerdos y con el tiempo, muchos de esos recuerdos desaparecen.
Davis mira el reloj "antiguo" de su muñeca. Es un Kronos Pilot Moonphase, un guardatiempo mecánico de manecillas que además de proporcionarle la hora y la fecha completa, le informa de la fase lunar y cuenta con una complicación de cronógrafo que ya nunca utiliza. Entonces piensa para sí mismo: "El día comienza cuando me pongo el reloj".
El niño se da cuenta del reloj, y de improviso sorprende a su abuelo observando:
-¡Pero tú sigues llevando relojes antiguos! Ya nadie los utiliza, no son exactos. -expone el niño.
Davis se da cuenta rápidamente de la confusión que causa la palabra exacto con la palabra preciso. Lo ha visto también entre los adultos que las mezclan indiscriminadamente, así que escoge no corregir a su nieto y dejarle seguir.
-Además sólo dan la hora y no se pueden conectar. -remata Iván.
-A medida que te vas haciendo mayor, te das cuenta que no todo tiene que tener utilidad. Algunas cosas te gustan porque ves algo en su interior, las valoras por lo que son y no tanto por lo que hacen.
-¿Cómo el osito de peluche que ya no uso para dormir? -quiere saber el niño.
-Exactamente. -confirma orgulloso. Le encantan las asociaciones que un niño de esa edad es capaz de realizar. Le recuerda a su trabajo, donde la deducción no es más que asociar ideas, hechos y teorías. Esa sensación en que las sinapsis de sus neuronas se van conectando hasta llegar a una conclusión, o bien a otra teoría que haga continuar el ciclo de raciocinio.
-Niño, deja descansar al abuelo. -dice una voz femenina que se escucha al fondo.
-No, tranquila Elena. No me está molestando. -dice elevando un poco el tono de voz. Y luego, casi como susurrando expone: -Quizás tú también te dediques a investigar sobre relojes desaparecidos cuando seas mayor.
FIN
Notas al "El abuelo Paul Davis"
No es la primera vez que Paul Davis hace una incursión en el futuro, sí bien hasta el momento todas han sido de manera onírica, o bien protagonizadas por alter-egos de nuestro detective relojero. La idea de Paul Davis de anciano me rondaba en la cabeza desde hace meses. No tiene mucho mérito y es que como a menudo hago, sólo tuve que copiar al maestro Conan-Doyle.
Tengo preferencia por los personajes infantiles, como con los animales, aportan esa faceta de inocencia y curiosidad que la mayoría de adultos hemos perdido. El problema era que Paul Davis no tiene hijos, así que los nietos son sencillamente una imposibilidad. En cuanto a la historia, no tenía mayor problema dejándolo abierto. Su nieto podría ser el hijo de su sobrino que cariñosamente le apodase "abuelo".
La trama relojera la tenía clara, precisamente la estuve compartiendo con Fenix Hebron, el iniciador de la saga "A contrarreloj. Paul Davis". Como entusiasta de los relojes, compartía la nueva crisis relojera que estamos viviendo. Pasó con el cuarzo en los años 1970-1980 y se está repitiendo ahora en el 2020. Un cambio generacional y tecnológico que tan pronto normalice los relojes inteligentes, los convencionales dejarán de existir, o cuanto menos, de ser tan omnipresentes. Indudablemente ello llevará a que muchas marcas desaparezcan. Si a eso le unimos las profundas crisis que está sufriendo la marca Casio, que ha visto cómo le han sobrepasado marcas sin ninguna experiencia en relojería, la trama quedaba clara.
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Muchas gracias por darle difusión.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por tener el detalle de enviárnoslo, J. G. Chamorro.
ResponderEliminarBonito relato. Se lo he leído en voz alta a mi esposa, a la que también le ha gustado.
ResponderEliminarMe pasó ayer una situación similar a la del relato, hablando con mi nieta, que no sabe leer bien la hora en relojes de agujas o usar un digital LCD... ha nacido con el smart watch. Saludos!
Me alegra mucho que tanto tu como tu esposa hayáis disfrutado la lectura Martin B.. Como autor que cede su obra desinteresadamente no hay mejores palabras que las que has escrito.
EliminarMuchas gracias por tu comentario.