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Buscando la luna



Buscando la luna (saga "Un lugar en el tiempo")
© A. Bial Le Métayer
Imagen: Sanaan Mazhar




Buscando la luna

- Cuando estaba en el campo muchas veces caía la noche. Regresaba a casa por aquellos caminos de montaña con la única compañía de la luna... ¡La luna! Cuanto hecho de menos su fulgor, su brillo, ver semana a semana sus fases, comprobar cómo iba cambiando noche a noche, cómo su brillo se intensificaba o se reducía...

Franscisco Ojarte o, como le conocían casi todos, Paco "Mancito", se había pasado toda la vida en el campo, atendiendo sus tierras de labranza, viviendo de su trabajo de campesino. Pero a solo unos pocos años de retirarse una enfermedad le había postrado en cama, y le había llevado al hospital. Adela, la propietaria de la relojería "La Elegante", escuchaba "sus batallas", sus historias tras tantos años haciendo la dura y resignada labor de labriego en silencio. Había acudido al hospital acompañando a un amigo, voluntario de la Cofradía de Visitadores, que se encargaban de asistir y acompañar a enfermos en una labor en la que los laicos tenían un papel predominante ante la escasez de sacerdotes y la de, por desgracia, cada vez menor presencia de capillas en los centros médicos.



Marcial, su amigo, era un joven idealista de veinte y pocos años, que aún fantaseaba con esa utopía tan arraigada entre la juventud de todos los tiempos y generaciones, de cambiar el mundo. Por supuesto tarde o temprano se toparía de lleno con la cruenta realidad, pero para ello aún tendría que vivir - y sufrir - no pocas decepciones.

Paco seguía explicándoles sus interminables noches tras la ventana de su habitación, buscando azarosamente un resquicio de luna tras el cristal. No lo conseguía, al parecer:

- La luna me hacía soñar, creo que soy un fanático de su embrujo, un adicto que le tiene hechizado y absorbido. Me quedaba absorto contemplándola en el porsche de mi casa, mientras tomaba un café en esas largas noches de verano donde se hacía imposible dormir... El cielo es más intenso fuera de las ciudades y, para mí, no había espectáculo mejor. Por encima de cualquier película o de cualquier programa de la televisión. La luna. La luna, mi fiel compañera...


****



Tras dejar en su casa a Marcial, Adela condujo su automóvil hacia la tienda. Mientras lo hacía, no podía quitarse de la cabeza la voz de Paco "Mancito", que pausadamente, como quien sabe que ya no tiene ninguna urgencia ni tarea que demande su inmediata intervención, desgranaba su especial relación con la luna.

Quizá fuese defecto profesional, pero a la relojera no le había pasado desapercibido el guardatiempo que Paco llevaba en su muñeca, un viejo Citizen que había visto tiempos mejores. Obligado por las imposiciones del mundo moderno, el anciano también tenía un móvil, pero por supuesto no era un smartphone - que consideraba imposible de entender y usar -, sino un celular de lo más simple y, aún así, lo tenía apagado. Decía que muy pocas veces lo encendía, solo cuando se veía en la necesidad de hacerlo para realizar alguna gestión telefónica. Lo cual ocurría, ciertamente, en muy pocas ocasiones.

Nada más llegar a su relojería, Adela se dirigió a la trastienda. Pasó sin prestarle atención por el Fortis medio despiezado que tenía sobre su mesa de trabajo, ignorando completamente una labor que solo unas horas antes había conseguido implicarla totalmente. Pero ahora buscaba otra cosa. Creía haberla visto por algún lugar, pero, ¡de eso haría tanto!, entre algunas viejas cajas de destartaladas estanterías. Durante horas estuvo buceando en las entrañas del almacén, incluso ignoró la campanilla que, a media tarde, la alertaba de la llegada de algún cliente. No quería que nada la interrumpiera ni la sacase de su tarea. Debieron irse, porque no tardó en escucharse de nuevo la campanilla de la puerta de la entrada.

Continuando en su empeño de búsqueda, abriendo ennegrecidas cajas cubiertas de polvo y telarañas cuyo cartón había dejado hacía lustros su rigidez original, no cediendo en su empeño de dar con algo que, estaba segura, debería de tener. Su abuelo, casi podría asegurarlo, no habría llegado a vender todo el género.


****



Nada había cambiado desde la última vez: Paco "Mancito" continuaba postrado en la misma cama, en la misma posición, respirando ruidosamente a través de una mascarilla de oxígeno. Su mirada triste trató de mostrar una cortés alegría al ver de nuevo a la pequeña Adela entrar por la puerta. Vano esfuerzo al no lograr borrar su expresión de desconsuelo en su totalidad.

Tras saludarle con una sonrisa, Adela se sentó en una silla, al lado de la cama. Estiró su brazo y cogió de encima de la mesita el viejo reloj del anciano campesino, diciendo:

- Usted sabe que soy relojera...

- Y muy buena, según tengo entendido. - Dijo él y añadió, al ver a la mujercita con su Citizen en su mano -, pero no pierdas el tiempo con ese reloj, me lo dio un gitano a cambio de unas hortalizas que no podía pagar... Me acostumbré a usarlo, sin embargo. Antes solo me guiaba por la posición del sol, era lo único que necesitaba saber en mi trabajo.

El reloj, de cuarzo, tampoco tenía demasiada reparación, y mucho menos valor. Adela lo devolvió a su lugar, y metió la mano en su bolso:

- Lo sé. Será un buen adorno, ahora que espero que use éste.

Con manos temblorosas, el anciano cogió la caja. Arrugada y vieja como él, aún conservaba el logotipo de Casio con un cierto tono azul, clarificado por la decoloración producto del paso del tiempo.

- ¡Pero...! Hija no hacía falta que...

Ella le interrumpió:

- Creo que le gustará.

- Pero yo no puedo pagarte...

- No es una venta, es un regalo. Ábralo.

Lo abrió, y miró, agudizando los ojos:

- Adela... ¿Qué me traes aquí?

- Le traigo la luna. - Sonrió ella -. Esa luna que quería ver, con sus cuartos y crecientes. Esa luna con sus noches y sus días. Esa luna, ahora, estará siempre en su muñeca. Para cuando la necesita.

Paco, emocionado, no pudo evitar sollozar entre gimoteos de agradecimiento.


****



El Casio GMW-15 fue uno de los primeros "Moon Phase" de Casio. Eran relojes con gráfico lunar, en donde la imagen del satélite natural que acompaña a la tierra tenía un papel predominante. De él se hicieron dos versiones, una con caja de resina, la GMW-15, y la otra con caja de acero y armis, la GMW-61.

La luna podía verse en su evolución mensual con todas sus fases de este a oeste, recorriendo la media circunferencia del frontal del reloj, e incluso disponía de una animación que permitía ver el recorrido al completo cuando el usuario quisiera. Toda una agradable experiencia para las personas que sienten algo especial por la luna, que les evoca muchos sentimientos y recuerdos cada vez que la ven suspendida en el cielo..., o en la esfera de un reloj.


FIN

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| abiallemetayer |

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