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Protector inesperado



Protector inesperado (saga "Erius, el inquisidor")
© Fenix Hebron
Imagen: Meryl Katys



PROTECTOR INESPERADO


El Director y Delegado para España de la Santa Inquisición, Oliver Scott, me llamó de nuevo al teléfono móvil. Ya le había dicho que no estaba en disposición de aceptar un nuevo caso, que no me encontraba con fuerzas, con ánimos y, sobre todo, con salud. Llevaba tres días en cama, desde que había llegado de Moscú; tras entregarle a Erradikade las cenizas de Errasae, el mundo pesaba como una losa sobre mí.

No tenía fuerzas ni para mover un dedo, solo quería llorar, y pasaba el día musitando jaculatorias entre mis labios. Por mí, y también por ella.

Era un sábado cuando llamaron a la puerta de la casucha de la parroquia donde vivía. Por supuesto no me apetecía abrir, ya se irían. Pero no se fueron.

Mi teléfono móvil de nuevo, martilleándome los oídos. Lo cogí:

- ¡Erius! - Se escuchó al otro lado -. Soy el reverendo Ruiz, abre.

- ¿¡Estás a la puerta!?

- Sí. Abre.



El reverendo Ruiz, mi confesor, ¿qué hacía él allí? Bajé los escalones de madera, y alcancé la puerta de entrada. Le abrí, diciendo:

- ¿Qué haces aquí?

Su expresión fue de más asombro que la mía:

- ¡Cielos, Erius! - Exclamó -. ¿Cuánto hace que no te afeitas? ¿Y que no comes algo decente?

Le dejé entrar, y luego me tiré a un sillón:

- No me eches un sermón, por favor. - Supliqué.

El anciano sacerdote comenzó a abrir las ventanas, para que se ventilara un poco la casa:

- ¡Esto es un desastre, Erius!

- ¡Qué importa! - Musité.

Se colocó frente a mí:

- ¡No puedes estar lamentándote siempre por la muerte de Errasae! ¡Esa chica ya no está en este mundo, admítelo!

Por supuesto él, como mi confesor, sabía todo lo que me había ocurrido con la pelirroja vampira.

- ¡No es solo ella, reverendo! ¡Es que simplemente no me apetece nada, y está! ¡Nada de nada!

- Tampoco a mí me apetece a veces, pero hago de tripas corazón y sigo adelante. Llora si quieres, pero reponte, levántate, y echa a andar.

- Fácil es decirlo... - Dije.

- ¡No, no es fácil! ¡Pero no te queda más opción que intentarlo, Erius!

- ¿¡Y si no quiero!? - Dije -. Déjame aquí, carcomiendo mis penas.

- ¿Eso quieres?

- ¡Sí!

- ¿Crees que eso te la devolverá? - Insistió -. ¡Un inquisidor como tú! ¡Eras un ejemplo para todos, y mírate!

- ¡Yo no pedí ser un ejemplo para nadie! - Le dije.

- Erius... - Me dijo él, resoplando -. ¿Todo esto por una mujer? ¿En serio? ¿Todo por una mujer, como si fueras un jovenzuelo inmaduro?

Golpeé con mi puño el apoyabrazos del sillón:

- ¡Yo la maté, Ruiz! ¡Todo esto porque yo la maté!

Me llevé las manos a la cara, musitando:

- ¡Yo la maté! Si no fuera por mí aún estaría viva...

Ruiz puso su mano sobre mi muñeca:

- Erius, escucha, te necesito en forma...

- ¡No!

- ¡Erius, no fue tu culpa! ¡Murió por ser vampira, tú no la transformaste en vampira, releches! - Gritó. Nunca le había oído indignarse así. Respiré hondo.

Tras una pausa, más calmado, el reverendo prosiguió:

- Te dejo esto aquí. - Dijo, poniendo un sobre encima de la mesa -. Quiero que vayas a ver a William, es un encargo del mismo Oliver. Necesita que estés allí. Hazlo, te vendrá bien. ¿Me oyes?

- Sí... - Susurré.

- ¡Hazlo, Erius! Estaré en el monasterio, parto ahora hacia allá. Llámame si me necesitas. ¡Y ponte en pie y come algo, por favor!


****



No me sentía con fuerzas para desplazarme a ningún sitio, pero como la ciudad de León me quedaba relativamente cerca, decidí hacer un esfuerzo y acercarme. El sobre contenía unas indicaciones precisas para una reunión con William, el cazavampiros y exorcista con el que ya me había encontrado en ocasiones anteriores. Me citaban en una vieja construcción por la zona antigua de León, un edificio de tres plantas en donde, para acceder, debía realizar una serie de toques al portero automático de época antediluviana, ennegrecido por el tiempo. La clave era un toque corto, seguido de otro corto, otro largo y otro corto. Gracias a mis conocimientos de morse no me costó suponer que era "E" y "R". Las dos letras iniciales de "ERius". Imagino que lo harían así para poder conocer de antemano qué persona llamaba, y si la esperaban o no. Y, por supuesto, también si resultaba conocida.

Me citaban a las once, y a las diez y media ya estaba deambulando con mi Alfa por León, así que a menos diez decidí dejar de perder el tiempo, y acercarme a la construcción de tres plantas, las dos últimas con corredor y macetas de geranios, de fachada amarillo-crema.

Me abrieron la puerta, y como suele ocurrir, en ese tipo de edificios los portales no suelen tener lo último en tecnología, menos aún aquél. Así que tuve que insistir varias veces para que el mecanismo de apertura electrónica cumpliese su función.

Subí por una escalerita de madera, con más capas de pintura encima que una cebolla, de color marrón oscuro, y que el uso hacía que desprendiese un extraño olor a químico del desgaste de las capas de barniz. En el segundo piso había una única puerta, de color marrón claro, con un cristal opaco en medio protegido por un enrejado negro. Por su diseño me hizo suponer que sería la puerta original de aquel edificio.

Iba a extender mi mano derecha hacia un timbre menudo y parduzco, junto al quicio, cuando la puerta se abrió. Obviamente, me habían visto llegar por la mirilla. Era el propio reverendo William que, con un gesto, me invitó a pasar, a la vez que me saludaba. Esperé a que cerrase la puerta y, luego, le seguí por un pasillo con piso de madera hasta lo que podría haber sido una habitación, convertida ahora en sala de reuniones.

Bueno, llamar a aquello "sala de reuniones" era decir demasiado. Las paredes, amarillas, se encontraban desconchadas por muchas partes. Casi en el centro del piso - también de madera - había colocada una destartalada y vieja mesa cuadrangular, con la pintura que alguna vez había sido marrón despegándose por todas partes. Dos sillas de madera de diferente estilo, y una tercera de fórmica, completaban todo el mobiliario. En una de las sillas se encontraba sentada una mujer, una chica de ojos marrón y cabello castaño claro con bonitas mechas pajizas. Tenía media melena, un poquito - o más bien sutilmente - rizada. Le calculé más o menos una treintena de años. Al verme, se puso en pie, dándome la mano, y William hizo las presentaciones:

- Ella es Coral.

Nos dimos la mano y, a continuación, procedimos a sentarnos en torno a la mesa, sobre la cual había un montón de documentación de lo más dispar. A mí me dejaron la silla de fórmica.

- Ella es una cazavampiros - me explicaba William, refiriéndose a Coral -, una de las mejores, una de las que más dedicación y empeño le pone.

La chica sonrió, simulando ruborizarse:

- Bueno, tampoco es para tanto. Además, he tenido buenos maestros. - Decía ella, tocando con cariño y delicadeza el hombro del anciano William.

Sonreí:

- Me parece genial, pero yo no cazo vampiros, ¿eh?

Coral también me sonrió. Y muy dulcemente, por cierto:

- Lo sé. Eres de la Inquisición.

William tomó la palabra:

- Si me lo permites, primero te explicamos por alto de qué va el asunto, y así te ponemos en antecedentes.

- De acuerdo. - Afirmé.

Tras coger unos papeles, por tener algo en la mano más que por otra cosa, William explicó:

- Coral lleva unos cuantos años dedicándose a una vampira, una chica llamada Noctae Sinestrale. Tanto que se ha ganado su confianza, y ahora es una de sus grandes amigas, o más bien, su amiga íntima.

"Noctae Sinestrale" significaba "Noche Siniestra" en vampírico. Coral tomó el testigo del reverendo para continuar:

- Noctae Sinestrale es una madrina joven, pero es madrina. Es decir, puede transformar nuevos vampiros. Aún no tiene formada una comunidad de vampiros en torno a ella, por lo que es el momento ideal para eliminarla. Cuando tienen su comunidad se vuelven muy poderosas, y entonces resulta muy difícil acceder a ellas.

- ¿Quieres acabar con ella? - Pregunté.

- Así es. - Dijo la chica -. Me he ganado su confianza, le he hecho creer que quiero convertirme en vampira. Y tras algunos años de relación con ella puedo decir que soy la persona a la que más estima.

- Claro que ella no sabe que eres una cazavampiros... - Dije. Coral sonrió:

- ¡Por supuesto que no!

- Y ahora la gran pregunta: ¿Qué pinto yo en todo esto? - Quise saber.

William me miró:

- Protección. Yo ya soy viejo, no estaría a la altura. Si algo sale mal, quiero que tú le cubras las espaldas a Coral. Es algo muy serio, son vampiros. Tú lo sabes.

- Pero... Soy un inquisidor, ¿no debería hacer eso otro cazavampiros?

William respondió de nuevo:

- ¡No! Precisamente por eso, porque son cazavampiros. Coral lleva años entregándose a esta tarea, invirtiendo mucho tiempo, tratando de ser muy cuidadosa. No queremos que un cazavampiros entre y lo estropee todo queriendo acabar con Noctae. Queremos que Coral sea quien se lleve el mérito.

No las tenía todas conmigo, pero aún así pregunté:

- ¿Este es un trabajo para "La Organización", o para vosotros?

Aún recordaba la última vez que tuve que pedirle ayuda a "La Organización", y cómo me habían tratado.

- Es para nosotros, los cazavampiros. - Respondió el reverendo -. La Organización no tiene nada que ver aquí.

Miré hacia Coral:

- No sé si seré bueno cubriéndote las espaldas... En todo caso, no me mandes que sea yo quien acabe con ella.

Coral volvió a sonreírme, y me miró con unos ojos cargados de intencionalidad:

- ¡No, claro que no! Quiero ser yo quien tenga ese privilegio.

- ¿Y cómo vas a hacer que ella no sospeche de mí? - Le pregunté. La cazavampiros respondió:

- Ella confía ciegamente en mí. Le diré que te una a su nueva comunidad de vampiros. Si yo respondo por ti, ella confiará en ti, no te preocupes. De hecho la ayudé a conseguir a algunos aspirantes, tenemos formado un grupo de gente que se vuelven locos por convertirse en vampiros.

Era un encargo de la Inquisición, y supongo que era también hora de ponerme a trabajar. Además, ello me haría tener la mente ocupada en otras cosas. Cubrirle las espaldas a una cazavampiros. Sonaba fácil.


****



Se notaba a leguas la enorme confianza que Noctae tenía hacia Coral, lo mismo que se notaba su gran deseo de formar una comunidad vampírica a su alrededor. La cazavampiros me presentó como Erius, un hombre de su confianza. Y he decir que mi impresión hacia ella era mucho peor que su impresión hacia mí. Noctae tenía el pelo largo, muy negro, con unas bonitas mechas borgoña. Me gustaba mucho su flequillo, cortado en cascada hacia los lados, y sus ojos, de un verde-químico refulgente.

Sin embargo, cuando me vio, su opinión hacia mí era bastante más penosa. Dio varias vueltas a mi alrededor como si verificase el buen estado de un trozo de carnaza. Me empecé a sentir tan avergonzado que estuve a punto de largarme y dejar allí plantada a la vampira, la cazavampiros, y todas sus parafernalias. Solo el recordar el tiempo y tesón invertido por parte de Coral me hicieron permanecer impasible y aguantando el temporal.

Noctae emitía sonidos con un "no, no, no" de negación en sus gestos. Supongo que para su comunidad vampírica ella querría "lo mejor de lo mejor", y yo ni por asomo llegaba a ser mediocre.

La vampira suspiraba, musitando:

- Gabardina raída... Pareces un mendigo... - Y se detuvo ante mí -. ¿No tienes ropa?

Sí que tenía un puñetazo para ella como siguiera así. Por fortuna, Coral intervino:

- ¡Anda, qué mas te da! - Exclamó, cogiendo a Noctae por el brazo -. ¡Si de tus gustos ya tienes a muchos! Erius nos servirá.

- ¿Para qué? - Preguntó Noctae.

- ¡Para asustar las pulgas del ataúd! - Lanzó Coral, y ambas se empezaron a reír a carcajadas. Sí, qué risa...

- ¡De acuerdo Coral! Que suba. - Dijo la vampiresa, abriendo la portezuela de su coche.

Noctae Sinestrale tenía un Audi S5 Coupé en color negro auténticamente alucinante, completamente equipado y la variante más elitista de su gama. Su interior combinaba el negro con el borgoña en la parte central tapizada de los asientos, como su cabello.

Nada más poner el auto en marcha, Noctae puso el equipo de audio a todo volumen y, junto con Coral, comenzaron a tararear y a bailotear el estribillo de una de las canciones favoritas de la vampira, "Revolución", del cantante Phonix. Las dos gritaban la estrofa totalmente emocionadas:


Eres una revolución,
poesía y realidad,
¡tu cuerpo es un delito,
que no lo puedo tocar...!


Aquella música me taladraba los oídos, y yo, sentado en la parte de atrás de aquel lujoso vehículo, poco podía hacer más que guardar las apariencias. Pero tanto se repetía que llegó un momento en que hasta a Coral le hartó, y extendió la mano para apagarla. En ese instante, Noctae golpeó con suavidad la mano de la cazavampiros, para que la apartase. Ambas se echaron a reír de nuevo.

- ¡Eh, no la quites! - Exclamó Noctae -. En el 1400 te habrían arrancado la mano por eso.

Coral sonrió:

- No creo.

- ¿Que no? - Le dijo la vampira -. Te cortaban la mano por nada, o te sacaban un ojo... Quien no pudiera pagar, no había cárceles, así que si robabas algo te cortaban la mano y así te lo pensarías dos veces. El populacho iba en masa a ver cómo le separaban un miembro a alguien... Y como las herramientas de corte no eran como ahora, a veces el verdugo estaba allí "dale que te pego" con la mano del infortunado a medio colgar...

Coral hizo una mueca de asco:

- ¡Ah, por favor! ¡Noctae, no sigas!

Eso le pareció divertirla, así que en lugar de hacerle caso a su amiga, continuó:

- Y lo peor era la Inquisición, esos sí eran crueles...

Entonces, sin poder contenerme, intervine yo:

- No creo que en la Inquisición fuesen tan malos...

Noctae se giró ligeramente hacia mí:

- ¿¡Ah, sí!? ¿¡Y cómo lo sabes!? ¿¡Estuviste tú allí!?

Los dardos y centellas que me lanzó Coral con su mirada me hicieron recordar mi cometido en aquel caso, así que me callé. Coral, para tratar de desviar el asunto, preguntó:

- ¿Cuándo empezaron a cambiar las cosas?

Noctae hizo una mueca graciosa. Me encantaban ciertos gestos en ella, tengo que decirlo. Y conducía con seguridad, como si fuera la dueña de las carreteras.

- En el 1700 creo que empezó a haber una nueva mentalidad. Aunque para notarse en realidad, no sé... 1900, después de la Segunda Guerra Mundial.


****



Llegamos a uno de los locales de copas de reunión habitual de vampiros. Era llamativo que un local así estuviese tan al descubierto, e incluso era - a diferencia de otros muchos con los que me había encontrado - de libre acceso. Eso sí, las mujeres tenían preferencia, y los hombres debían pagar una entrada. A Coral y a Noctae las dejaron entrar, pero al llegar el portero hacia mí, Noctae le dijo:

- ¡Viene conmigo!

Y entré sin problemas. La vampira ya me había dicho que me pusiera detrás de ella al entrar.

Era, precisamente, esa una de las cosas que más me llamaban la atención de Noctae: lo maternal que era. No sabría decir si la palabra "maternal" se amoldaba a su forma de ser, quizá fuese mejor definirla como "protectora", pero siempre trataba de preocuparse en los detalles más mínimos. Por ejemplo, solía "guiarme" y aconsejarme por dónde ir y cuidar mis movimientos. "Por aquí...", "ponte a mi lado...", "ve detrás de mí...", eran expresiones muy habituales en ella, mostrándose siempre dispuesta a ser ella quien diera la cara, a hacerle frente a todo lo que viniera.

Supongo que, como madrina, debería ser así, pero no oculto que esa manera de ser me agradaba.

En el local, Coral y Noctae se colocaron en uno de los laterales de la barra, y comenzaron a "escanear" al personal. Coral le decía: "ese parece tener mucho donde chupar", o: "ese debe estar a tope de alcohol, te emborracharías con su sangre", todo ello entre risitas y coquetos movimientos.

Noctae apenas se fijaba en mí, aparte de que no sintiera ninguna atracción por mi persona, supongo que mucho tenía que ver el hecho de que yo no fuera una de sus "conquistas", sino un pretendiente más a conseguir sus favores de vampira, con el que tenía que cargar - más o menos - por no hacerle un feo a su querida amiga.

Así que me ignorase, al menos en cierta forma, me alegraba, aunque el papel de guardaespaldas no me iba mucho y confiaba en que no tuviera que estar mucho tiempo en él.

Algo había llamativo entre las pistas de baile del local: un chico. Un veinteañero guaperas que parecía ser el centro de atención y la atracción del público femenino. Entre sus juegos, Coral retó a Noctae a que lo sedujera. Ella le dijo que en quince minutos lo tendría arrastrándose a sus pies. Coral decidió que si era así, le apostaría cincuenta euros. Noctae entonces me miró:

- ¿Tú cuánto apuestas? - Me preguntó.

- No tengo ese dinero y, si lo tuviera, no lo apostaría contra ti.

- ¿Y eso?

- Sé que ganarás.

Se echó a reír pero, al ver que lo decía en serio, se acercó a mí y me dio un besito en la mejilla, susurrando: "¡gracias!".

Noctae llevaba una minifalda negra, y se la subió aún más. También vestía una especie de blusa ajustada, de manga larga y ancha, muy bonita, negra y con detalles en rojo y puntilla también negra. Se la desabrochó un par de botones, mostrando la parte superior de sus pechos bajo un sujetador negro. Coral, entre risas, colocó ambas manos bajo los pechos de la vampira y se los elevó. Ambas se echaron a reír.

Acto seguido Noctae caminó bamboleándose hacia su víctima. Yo susurré hacia Coral, que chupaba una soda por una pajita:

- Estás jugando con fuego, amiga.

- No durará mucho. - Me dijo ella.

Noctae comenzó a bailotear junto al jovencito. Por supuesto, éste nada más verla comenzó a babear. En dos minutos ella ya estaba entre sus brazos, y él buscando sus labios y un lugar oscuro. Salí de aquel sitio.

Para acceder al local había que subir tres escalones con forma semicircular. Me quedé en el último, de pie, mientras la lluvia comenzaba a aparecer entre la negrura de la noche.

Escuché tacones junto a mí. Creía que sería Coral, pero la voz que oí me sorprendió:

- Solo era un juego, Erius. - ¡Era Noctae! -. No me lo iba a tirar.

- No me gustan esos juegos.

Se colocó a mi lado, y me agarró por el brazo:

- Escucha, cuando forme mi comunidad, tú podrías ser mi lugarteniente.

La miré. Sus ojos neón brillaban mágica y deslumbradoramente en la oscuridad. Eran embriagadores.

- ¡Gracias! - Dije, sin mucha emoción.

- Transformaré para ti a las vampiresas que quieras, las chicas que más te gusten.

Esbocé una sonrisa.

- Noctae Sinestrale... - Dije -. ¿Por qué no elegiste Noctae Sinestralis?

Sonrió, y se llevó con delicadeza una mano a la boca, poniéndola frente a ella:

- ¡"Noche sin estrellas"! ¿Cómo lo has sabido?

- ¿El qué?

- ¡Era mi otra opción! Pero al final me gustó más la otra.

- ¿Cuántos años tienes?

- Más de seiscientos...

- ¡Eh, chicos! ¿Qué hacéis aquí?

Esa sí, era Coral. La cazavampiros seguramente temía que yo metiese la pata sin querer, y por supuesto, quería cerciorarse de que no le echase al traste su plan.

- ¡Tu amigo se ha puesto celoso! - Exclamó Noctae, mimosa.

- ¿Te has puesto celoso, Erius? - Preguntó Coral, entre risitas.

Entonces, aprovechando que tenía la mano de Noctae cogiéndome el brazo, se la cogí, diciendo:

- Bueno, no siempre uno tiene la oportunidad de disfrutar de una chica tan guapa para él solo. - Y miré a Noctae -. Ahora esta noche es mía.

Noctae se abrazó a mi brazo:

- ¡Esta noche soy suya!

- ¡Eh! - Protestó la cazavampiros, mirando a su amiga -. ¡No te lo presenté para que fuera tu novio, sino tu aspirante!

- Aspirante... Novio... ¿Acaso no es lo mismo? - Dije yo.

- ¡Vale! - Repitió Noctae -. ¡Soy toda tuya! ¡Llévame donde quieras!

Y nos fuimos a sentir la lluvia bajo la luz de la luna.


****



Solo una noche con Noctae, y ya había conseguido que me olvidara de Errasae. Bueno, al menos en parte. Pero el dolor por la pérdida de Errasae, gracias a la ternura y jovialidad de la Noche Siniestra, había disminuido notablemente.

Para Coral, sin embargo, no era más que un trabajo, otro vampiro al que sacar de las calles.

A primera hora de la tarde me llevó con ella a las afueras de León, a una casa muy antigua pero que, extrañamente, seguía estando bastante bien cuidada.

- Aquí suele ser sitio de cazavampiros, un lugar apartado y propicio para no llamar la atención.

- ¿Llamar la atención sobre qué? - Pregunté.

Coral alzó una repisa que se encontraba sobre el suelo. Daba acceso al sótano directamente y, en él, desde donde me encontraba, en el piso superior, divisé un montón de cenizas.

- ¿Es eso lo que creo que es? - Quise saber.

De un golpe, la cazavampiros cerró de nuevo la repisa:

- ¡Así es! Cientos y cientos de vampiros, generaciones enteras a través de los siglos, duermen para siempre ahí abajo. ¡Y es donde deberían estar todos!

Luego, me llevó a una sala contigua. Las paredes de la casa eran de gruesa piedra, así que ancladas en las paredes con profundos clavos de hierro se encontraba un extraño dispositivo compuesto de cadenas y argollas. Coral me explicaba:

- Aquí la ataré, poniendo sus muñecas con los brazos abiertos en esto y en esto, y reteniendo sus pies en esto... - Me decía, enseñándome una especie de cepo atornillado al piso.

Luego, Coral se fue hacia una ventana lateral, y descorrió las cortinas, explicando:

- En cuanto llegue el día, el sol entrará y se consumirá entre el fuego. - Había negruzcas marcas en la pared -. Cuando todo acabe la arrastramos hasta la repisa, y adiós.

Negué con la cabeza:

- ¡No cuentes conmigo para eso! - Aclaré. La cazavampiros sonrió:

- ¡Qué miedica! - No era miedo. Tampoco sabía muy bien qué era, la verdad -. No pasa nada, me basto y me sobro yo sola. He ideado un plan infalible.

- ¿Cuándo? - Quise saber.

- Pronto. Antes de que forme su comunidad - y se acercó a un palmo de mi rostro, seria - ¡Tú no le quites el ojo de encima, y guarda mis espaldas! ¡No tiene que sospechar nada!

Verme envuelto entre los tejemanejes de una cazavampiros sádica, lo que me faltaba a mí.


****



Noctae nos había citado aquella noche en un local en que solía reunir a sus "aspirantes". Me sorprendió verla vestida de una forma un tanto informal: cabello recogido con una coleta, pantalones tejanos ajustados en la parte superior de estilo grunge, y camiseta ajustada de color rosa claro. Estaba preciosa, o más bien era preciosa, y no pude evitar reconocer lo bien que le quedaban aquellos pantalones a su bonito trasero.

Poco a poco fueron llegando personas de todo tipo, edad y escala social. Incluso un harapiento barbilampiño que reconocí por haber visto mendigando a la puerta de algunas iglesias.

Cuando estuvieron todos, Noctae se puso en frente y comenzó a hablar diciendo:

- Durante todo este tiempo que llevamos juntos, todos vosotros me habéis demostrado mucha fidelidad. Me habéis hecho sentir reconfortada y, en muchas ocasiones, acogida. No puedo evitar recordar cuando Paulina me llevó a su casa, aquella vez que los cazavampiros me pisaban los talones - decía, refiriéndose a una oronda señora de tierna mirada -, o cuando Nacho me alimentó durante mi viaje a Viena. - En esta ocasión el que sonreía encantado de servirla era un hombre de traje y corbata, con gafas, que rondaría los cincuenta años -. Vosotros más que nadie, por tanto, os merecéis ser los primeros de una larga y longeva estirpe de vampiros, unas personas elegidas para regalaros un don, una maravillosa cualidad, un prodigio. Quiero que seáis parte de ese prodigio, conmigo. O por medio de mí, más bien.

Todos aplaudieron entusiasmados, alguno gritaba: "¿Cuándo, mi ama? ¿Cuándo?".

Noctae pidió calma con su mano izquierda:

- Tranquilos, será pronto. Pero antes quiero que experimentéis este gran regalo viviendo como uno de los míos, haciendo que uno de vosotros tome el papel de vampiro, y el otro, de su sustento. Como os conozco, yo formaré las parejas que considere más acordes. Así, una vez transformados, os apoyaréis mutuamente durante el proceso de adaptación.

Uno a uno, Noctae Sinestrale fue formando parejas, de manera que cada persona tuviera a su lado a alguien una vez transformada. A Coral, la vampira le dio a un chico alto y apuesto, sin duda uno de los "mejores partidos" de la comunidad, y casi podría asegurar que captado por los encantos de la cazavampiros. Supongo que trataba de que su amiga se sintiera bien.

Al final quedé yo solo. Y sin pareja. Imaginé que, por ser el último en llegar, sería el último en recibir "el don". Pero entonces Noctae se fue hacia mí, y dijo:

- Y para Erius su pareja... Seré yo.

Me quedé perplejo. La vampira me tomó de la mano y susurró, entonces:

- ¡Acompáñame!

Salimos y nos fuimos hacia su coche, quedándose el resto de personas en el local celebrando su emparejamiento. Mientras la vampiresa ponía el auto en marcha, le dije:

- Gracias por elegirme.

Me miró pícaramente, sonriendo, pero sin decirme nada. Eso sí, su mirada fugaz lo decía todo.

Salimos de la ciudad y Noctae condujo hacia una abrupta y distante aldea.

- ¿A dónde vamos? - Quise saber.

- Ya lo verás. - Me respondió.

Como parecía estar "en racha", temí que hubiera decidido transformarme a mí el primero, como una muestra hacia los demás. Si fuera el caso, Coral ya podría dar su tapadera por desarmada.

Tras acceder por empinadísimas carreteras en el potente S5, Noctae detuvo el auto en la explanada de una iglesia. A su lado había un cementerio rodeado de paredes blancas. Abrió la puerta de metal, haciendo chirriar un robusto pasador, y me cogió la mano, guiándome en la oscuridad:

- Ve por donde yo vaya. - Musitó.

Acabamos frente a un pequeño mausoleo de piedra. Subimos un par de escalones tras superar un murete, y abrió una puerta tirando de una robusta argolla de considerables dimensiones.

Los vampiros ven en la oscuridad, pero yo no, así que encendí la linterna de mi móvil. Descendimos por una escalinata y tras llegar a una pequeña sala con baldosas grises, ella se colocó ante un féretro negro. En letras doradas podía leerse:

"Noctae Sinestrale. Eternia noctae sinestralis unu fulgore amanti amaranti sacea corum sue".

Que traducido del vampírico sería:

"Noche Siniestra. Eterna noche sin estrellas donde lo único que brilla es la pasión roja que alimenta tu corazón".

- ¿Esta es tu cripta? - Dije, muy sorprendido. Que un vampiro desvele su cripta es algo muy extraño, incluso entre sus allegados más próximos - a no ser que duerman juntos, claro -.

Noctae pasó su dedo índice, con larga y afilada uña pintada en color negro, sobre las letras:

- "Noctae sinestralis", te lo dije. Como no me lo puse a mi nombre, quería que sí lo tuviera mi epitafio. - Luego se fue hacia mí, colocando ambas manos a la altura de mis hombros -. Te dije que quería que fueras mi lugarteniente, Erius...

- ¿Por qué yo? Si no recuerdo mal, no te caía bien al principio... Dijiste algo así de harapiento, o no se qué... - Observé, mientras en el bolsillo de mi gabardina mi teléfono móvil no paraba de vibrar. Estaba seguro que sería Coral, así que lo apagué.

- Yo no busco un galán. Busco un amante que me proteja. Sé que me protegerás, ¿verdad? Sé que lo harás... - Musitaba, con sus labios demasiado cerca de mi barbilla.

- Y tú sabes que Coral es una cazavampiros, ¿verdad? - Lancé a bocajarro.

Noctae se detuvo al instante. Se retiró, dando dos pasos hacia atrás.

- ¿Por qué me lo dices? - Preguntó.

Saqué del bolsillo interior de mi gabardina la identificación, y se la mostré. Ella la cogió, y musitó:

- Inquisidor... Vaya...

- No fijas sorprenderte. - Dije.

Se fue hacia su féretro. Se apoyó en él:

- ¿Pero por qué me lo has dicho, Erius?

- Por la misma razón por la que tú me enseñaste tu cripta, Noctae.

- Te la enseñé para que sepas que podías confiar en mí.

- Y yo te lo digo para que sepas que puedes confiar en mí. - Suspiré -. Así que ahora, dime la verdad.

- ¿La verdad? - Repitió.

- Sí. La verdad.

- La verdad: William me dijo lo que te había pasado con Errasae...

La corté:

- Lo sabía... Claro, cómo no... Sino, ¿cómo me ibas a admitir entre tus aspirantes de buenas a primeras, verdad?

- Yo sabía lo de Coral, lo sospechaba, desde hace tiempo. Pero él vino a verme, me rogó por Coral, que era una de sus aprendices, que no le hiciera daño. Le dije que a cambio quería algo. Quería a un inquisidor.

- La cambió por mí...

Noctae se encogió de hombres:

- Yo quería a un inquisidor para desquitarme de todo lo que nos habían hecho... Pero no sabía que había inquisidores que defendiesen también a los vampiros. William me dijo que, si te entregaba a mí, yo debería de cesar en mi empeño de crear una comunidad vampírica...

- ¿Y aceptaste? - Pregunté.

- Por supuesto. Le dije que mientras él viviera, no formaría la comunidad. Pero tengo seiscientos años, y puedo esperar más.

- Y ahora, ¿qué va a pasar? Porque es obvio que no me vas a transformar.

- Supongo que William esperaba que me enamorase de ti...

- Ya...

- Así que aquí estamos. Tú sabes mis secretos, y yo ya sé los tuyos, Erius. Solo - volvió hacia mí - una cosa más... ¿Era guapa?

- Preciosa.

- Supongo que yo no podría sustituirla... - Se quedó unos breves instantes mirándome a los ojos -. Ya, estúpida idea de William.

- Tú no tienes que sustituir a nadie, Noctae.

- Hazme un favor.

- ¿Qué?

- No le digas a Coral nada esto.

- ¡Te expones demasiado, Noctae!

Se acercó a mí. Me acarició la mejilla:

- Por favor. Quiero saber hasta dónde es capaz de llegar, hasta dónde puede traicionar nuestra amistad.

- Eso te lo puedo decir yo: llegará hasta el final. Es una cazavampiros, vive por y para eso: para daros caza.

- Solo déjame comprobarlo. Por favor. - Musitó.


****



Noctae quería que dejara a Coral ir a su aire, sin ninguna intervención mía. Pero yo no me fiaba ni un pelo, más todavía cuando sabía el plan que tenía la cazavampiros. Y tras la última reunión, la misma Coral me había dicho que sería ahora o nunca. Supongo que el dividirnos por parejas era una forma de retrasar lo inevitable y darle una oportunidad más a Coral para hacer las paces. Pero, tal y como yo le había dicho, y al contrario de lo que Noctae pensaba, su amistad no le importaba nada para Coral.

Aquella noche, Coral me dijo que no la acompañase. Y supe entonces lo que iba a pasar. La seguí en mi coche hasta uno de los sitios donde solía quedar con la vampira, estuvieron hablando un rato y luego Coral la llevó en su auto. Cuando vi el camino que seguían, me di cuenta de lo que iba a ocurrir. Probablemente Coral la había convencido de pasar la noche a solas. Me mantuve a poca distancia, vigilando, hasta que escuché ruido en la vivienda. Me acerqué, y vi a Coral atando contra la pared a Noctae, asegurando los grilletes. Fue entonces cuando la vampira despertó, y comenzó a gritar, presa del pánico. Coral caminó hacia la cortina, dispuesta a dejar entrar el sol de la mañana. Noctae gritó, entonces:

- ¡Erius! ¡Ayúdame, por favor! ¡Erius, auxilio!

Coral reía:

- Nadie te va a oír, no te escucha nadie. Puedes gritar cuanto quieras, Noctae.

- ¿¡Por qué haces esto!? ¡Confié en ti! - Le decía la vampira, llorando.

- Tú eres una vampira, y yo una cazavampiros. Era inevitable.

Entré, y al verme Noctae gritó desaforadamente:

- ¡Erius! ¡Erius! ¡Ayúdame!

Me abalancé sobre la mesa, y cogí la llave de los grilletes. Entonces, Coral descorrió la gruesa cortina. Me quité la gabardina de un movimiento, y se la puse a Noctae, mientras ésta gritaba:

- ¡Erius! ¡Me quemo! ¡Me quemo! ¡Me estoy quemando!

- ¡No te quemas! - Le decía, mientras le abría los grilletes, y un hilillo de humo emergía por uno de sus dedos.

Coral, furiosa, se fue hacia mí:

- ¡Deja que se queme, Erius! - Y añadió -: ¡No debías protegerla a ella! ¡Tenías que protegerme a mí!

Cogí a Noctae, la llevé en brazos, mientras que con un pie empujaba la cama contra Coral. Agarré una manta de la misma cama y salí con Noctae en mis brazos, que seguía gritando:

- ¡Me quemo! ¡Me quemo!

La metí en la parte de atrás del Alfa, bajo los asientos traseros, y mientras Coral salía como una fiera, aceleré para salir de allí a toda pastilla. Ya había tenido la precaución de dejar el motor encendido.

Mientras bajaba por la ladera del monte a toda velocidad, Noctae gritaba, furiosa:

- ¡La voy a matar! ¡La voy a matar! ¡Le voy a sorber toda su sangre y luego le chuparé los huesos!

- ¡Cállate, Noctae!

Conduje sin parar hasta mi casucha. No conocía otro sitio más seguro donde llevar a Noctae, y no podía arriesgarme a que descubrieran su cripta.

Cerré el desvencijado portón de la cochera con el candado, apretando bien la cadena, y me fui hacia el asiento de atrás del Alfa. Noctae aún temblaba. Y aún olía a chamusquina. Tenía un dedo quemado, y seguramente le quedaría marca para el resto de sus días, pero era un mal menor en comparación con lo que le podía haber ocurrido. Ella no quería descubrirse, tapada totalmente por la manta, a pesar de que la cochera estaba en completa oscuridad. La abracé, y se abrazó a mí.

- ¡No me dejes! - Musitó.

- No te voy a dejar, no te preocupes. - Le susurré.

Tras un rato, me preguntó:

- Erius...

- ¿Qué?

- ¿Qué hizo que te enamorases de Errasae?

Sonreí:

- No te lo ibas a creer. Un tatuaje.

- ¿Un tatuaje?

Mientras le contaba la historia del tatuaje, le acariciaba la larga melena, comprobando con notorio alivio que ya estaba mucho más calmada.

Unas horas después, escuchamos un automóvil llegar cerca de la cochera. Se detuvo y, por las sombras que veíamos desde el interior, pudimos comprobar que se trataba de tres personas.

- ¡Buscad! ¡Tienen que estar por algún lado, chicos!

Era la voz de Coral. Noctae musitó:

- ¡Traidora!

La besé suavemente en la frente. Aún no había anochecido, de manera que para Noctae la situación no era agradable. Por otro lado, resultaba patente que Coral había recurrido a la ayuda de otros dos cazavampiros. Uno de ellos golpeó brutalmente el portón, para asegurarse de que seguía cerrado. Noté cómo Noctae experimentaba un escalofrío, y la abracé con fuerza. Estaba dispuesto a no permitir que se la llevaran, si es que tuviesen la osadía de entrar.

Por fortuna no la tuvieron, y tras unos interminables minutos terminaron por irse. Tal vez se imaginaron que Noctae me hubiese guiado a algún otro refugio.

Cuando llegó la noche, llevé a Noctae hasta su cripta. Allí nos separamos.


****



Coral llegó a primera hora de la mañana a mi casa en el recinto parroquial. Por supuesto estaba hecha una furia, tras haberle estropeado su "show" en la vieja casa de piedra. Me gritaba que me acusaría ante La Organización (como si eso me importase), y que se lo haría saber a Oliver Scott.

Marchó dando un portazo, justo cuando en el momento en que recibí una llamada. Era el mencionado Oliver.

- Supongo que William te lo contó todo. Y supongo que tú estabas de acuerdo... - Le dije.

- Erius, a nosotros no nos importan los vampiros, teníamos que recuperarte a ti. Y sabíamos que solo una vampira podría hacerlo.

- ¿Y William estuvo de acuerdo?

- Creo que era la única forma de salvar a su pupila.

Colgué. Sí, razón no le faltaba. Pero ahora volvía a quedarme solo.

O no tanto. Unos días después, al oscurecer, alguien llamó a mi puerta. Era Noctae y, maquillada y arreglada, volvía a ser de nuevo la chica jovial y simpática que yo había conocido.

Me abrazó. Dijo que había ido para darme las gracias, por haberme quedado a su lado y protegerla. Le respondí que lo había hecho encantado.

- Quiero enseñarte algo. - Musitó. Y acto seguido, se alzó la camiseta que llevaba. Bajo el ombligo, estaban tatuadas sobre su piel las palabras: "Erius property" y a continuación una flecha apuntaba hacia abajo, en dirección a su monte de venus.

- Esto no lo ocultará ningún vello púbico. - Sentenció. Y llevó sus labios a los míos.


****



Epílogo

Coral salió de la habitación del hotel cuando estaban a punto de dar las doce, flanqueada por Luis y Fran, dos cazavampiros que, como ella, estaban ocupándose de "limpiar" la noche malagueña para La Organización.

Metieron sus bártulos y equipo dispar, que llevaban en sendas mochilas deportivas, en el portaequipajes del Mercedes-Benz de alquiler, y se dispusieron a entrar al mismo. Coral se dirigió hacia el puesto del conductor, mientras los otros ya estaban dentro del habitáculo, cuando se escuchó una especie de rápida ráfaga de viento. Los dos hombres salieron de inmediato, mirando hacia lo alto, pero no vieron nada. Era noche cerrada.

A un palmo del vacío, sujeta solamente por un mano por Noctae, Coral estaba a punto de caer al suelo. Su cuerpo hacía movimientos pendulares sobre la altura de infarto en lo más alto de la fachada del hotel.

Noctae le dijo:

- Si te veo husmear cerca de mi zona de caza, si te veo cerca de Erius, o alguien me dice que te ha visto deambulando por su casa, iré a la tuya y, ¿sabes qué haré, "cariño"? Primero morderé a tu padre, luego me hartaré de la sangre de tu madre, y te raptaré, te cogeré para que veas cómo me bebo la vida de tus hermanos, de tu hermana, de tu novio... Hasta de tus compañeros, esos soplagaitas de Fran y Luis. Y lo haré delante de ti para que lo puedas ver... Y luego te chuparé la sangre a ti. ¿Lo has entendido? ¿Lo has entendido bien?

- ¡Sí, sí, Noctae, sí! ¡Pero suéltame, por favor!

- Vamos, Coral... Puedes hacerlo mejor...

- ¡No me importa Erius! ¡No le haré nada, lo sabes!

Noctae la volvió a dejar en suelo, y la cazavampiros echó a correr, despavorida. La vampira sonrió, relamiéndose:

- ¡Corre, niñita, corre!


FIN

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