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Con las manos dictaminas; con los pies ejecutas



Con las manos dictaminas; con los pies ejecutas
© Pilarica



CON LAS MANOS DICTAMINAS, CON LOS PIES EJECUTAS


Era un día de verano en el ardiente sol del mediterráneo, de esos que te consumen por dentro, de esos que te deshidratan y te impiden respirar. Jonás y Julio, dos amigos de infancia, caminaban vencidos por los avatares del recorrido, progresando lentamente. Pasaron mucho tiempo marchando cuesta arriba, cuesta abajo, hasta que..., ¡alabado sea Dios!, un pueblo se avecina.

Con las sandalias agujereadas y los pies doloridos, enrojecidos por no decir hinchados, hastiados de tanto deambular, se internan hacia ese pueblo desconocido, compuesto de calles amarillentas repletas de polvo y viento. En la entrada, una fila de cipreses los saluda y los acoge con un edicto clavado en un enorme árbol: "In manibus dictamines et cum pedes eiecutas", y salido de la nada, el hombre que dirige el pueblo los saluda atentamente.

- Imagino que están hambrientos y sedientos, vamos adelante, nuestro pueblo los acoge, no sin antes disertar este mensaje, léanlo en la figura clavado en el árbol de la entrada.



- ¿Cómo así?

- Es un edicto promulgado hace tiempo.

Al leerlo con detenimiento, lo primero que resalta es que está escrito en latín.

- En este juego de palabras nada es coherente todo es incongruente. Lo siento no comprendo nada.

- Está en latín, traducido al español dice: "con las manos dictaminas y con los pies ejecutas". Vamos no se desanimen, permítanme saber qué es lo piensan al respecto.

Los jóvenes se miraron muy inquietos, sorprendidos por el giro de la situación. Sin saber qué responder, daban vueltas y vueltas en sus pensamientos. Esas escasas palabras llenas de insensatez, los forzará a hacer suposiciones, hipótesis, objeciones de todo orden. Y en el fondo sin refutar lo deducen: "la esencia de todo buen entendimiento reside en las palabras", ellas flotan, pertenecen a quien las expone, se traslucen, no son exclusivas, entienden sus razones, entienden sus virtudes y desazones, son indelebles y muchas veces penetran en los corazones mientras que en otras ocasiones te estrujan, te condenan.

- Vamos, empecemos con nuestra faena.

El edicto fue leído muchas veces, inclusive de cabeza, y después de muchas jaquecas, entrelazando una historia comenzaron.

- Los pies, centro motriz heredero de todo movimiento, mejor dicho, de todo el universo, permitieron desde épocas antiguas a las más gloriosas falanges conquistar, recorrer tierras inhóspitas, conocer nuevos lugares. Los ojos que los miran son testigos de sus interminables proezas. El mundo cae rendido a los pies, mientras que las manos con gestos delicados y sutiles movimientos imparten, ordenan. Hasta ejecutan.

"Sin tomar en consideración los otros órganos o miembros de tu cuerpo, tus pies te llenan de recuerdos, te transportan a recónditas épocas. Cuando mueras, deberían rendirles un póstumo tributo".

"Y si aún no lo has comprendido, los emperadores Traján y Adrián te dirán que, retorcidos de dolor, entendieron que el uso exagerado de sus pies los mantuvo postrados en el lecho de su muerte. Tullidos, entumecidos, cayeron prisioneros de los excesos de una vida trepidante de aventuras. Desde aquel momento en que se vieron involucrados en ese espantoso inmovilismo, sus vidas se deterioraron, su cuerpo y mente se resquebrajaron. Bien evidente: los pies obedecen, acatan lo que las manos emiten".

- Lo que acabas de decirme es un elogio a los pies.

- De eso no cabe duda, los pies merecen mucho respeto y cuidado, no lo olvides. En cuanto a las manos, las dejaré para otro rato.

FIN


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